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“Juro que nunca he disparado a nadie y, menos aún, a mi
hermano”

(05/02/2008)
A pesar de enfrentarse a más de 21 años de cárcel, Ricardo O. F. fue la viva
imagen de la tranquilidad.
Fue el
único momento del juicio en el que se atisbó cierto nerviosismo en el acusado,
un vecino de Baños de la Encina de 78 años. Ni siquiera pestañeó cuando el
presidente del tribunal, el magistrado José Cáliz Covaleda, lo llamó al orden en
varias ocasiones para que fuese concreto en sus respuestas. Sobre su cabeza pesa
el grave cargo de asesinar a su hermano Fernando de dos disparos, uno por la
espalda y otro en la cabeza para rematarlo. Ricardo O. F. proclamó, una y otra
vez, su inocencia ante los nueve miembros del jurado popular que deben emitir un
veredicto: “Yo no he matado a nadie”, repitió con parsimonia cada vez que le
preguntaron.
Y fueron muchas a lo largo de las casi dos horas que duró el
interrogatorio. Durante ese tiempo, tanto la fiscal como la acusación particular
trataron de demostrar sus tesis: Que Ricardo O. F. odiaba a su hermano, que
urdió un plan para asesinarlo por venganza y que, después, intentó “fabricarse”
una coartada acudiendo a bares del pueblo a los que llevaba años sin ir. Según
esta argumentación, la chispa que hizo estallar todo fue que, el mismo día de
los hechos, la Guardia Civil multó al acusado por conducir sin papeles y que fue
otro de sus hermanos quien puso los hechos en conocimiento de los agentes.
El asedio al que fue sometido el acusado lo hizo caer en varias contradicciones,
sobre todo cuando tuvo que explicar qué hizo y a qué horas aquel 22 de abril de
2005. A pesar de las incoherencias, Ricardo O. F. se mantuvo e impasible: “Yo no
he matado a nadie”, decía al borde del susurro ante el acoso y derribo al que
fue sometido por parte de la Fiscalía y la acusación particular, ejercida por la
viuda y los hijos de la víctima.
¿Qué pruebas tiene en su contra el acusado? Cuando fue
detenido el 22 de abril de 2005, el día de los hechos, Ricardo O. F. tenía
restos de bario, antimonio y plomo, tres componentes químicos que indican que se
ha realizado un disparo. Cuando le preguntaron por esta circunstancia, el
acusado la achacó a que en el cortijo donde vivía y en el que se cometió el
crimen se guardaban productos agrosanitarios y a que, además, es pintor y
utiliza esas sustancias.
Una segunda prueba que está en contra del presunto autor del asesinato es la
escopeta con la que se realizaron los tiros: “Yo no he tenido arma en mi vida”,
dijo Ricardo O. F. Sin embargo, un testigo protegido confirmó ayer que, en 1996,
le entregó una escopeta de la misma marca y modelo con la que se efectuaron los
disparos: “Como no se quién es, puede ser un enemigo”, afirmó en su descargo.
A continuación, el interrogatorio se centró en las relaciones
entre el presunto autor del crimen y la víctima. “No eran malas”, se limitó a
decir Ricardo en un primer momento. Después, confesó que estaban “enfadaíllos”
y, finalmente, reconoció ambos se habían visto delante de un juez porque le
había dicho “cuatro cosas” a su hermano, sin desvelar nada más. Fue entonces
cuando la Fiscalía y la acusación particular pusieron sobre la mesa un largo
historial de enfrentamientos, disputas familiares y conflictos entre los
hermanos. “Ricardo tenía un odio visceral a su hermano Fernando”, matizó la
fiscal.
En este asunto, fueron especialmente contundentes los testimonios de la viuda y
los dos hijos del fallecido: “Es una persona muy mala, capaz de hacer cualquier
cosa”, explicó la esposa de la víctima, al tiempo como, en 2002, Ricardo O. F.
intentó agredir con una navaja a su hermano. Después, dedicaron al acusado
calificativos como “conflictivo, mala persona de toda la vida, cobarde,
traicionero, raro, envidioso, agresivo, problemático, frío, provocador...” Y los
tres coincidieron en algo: “Le teníamos pánico”. Ricardo O. F. contestó al
respecto con su habitual parsimonia: “Mi hermano no le tenía miedo ni a mí, ni
al Tempranillo”.
Fuente de información Diario
Jaén

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